Mi hijo llamó a la policía y me salvo la vida

Era una tarde de invierno como otra cualquiera.

Estábamos en casa terminando de cenar cuando mi hijo pequeño dijo que tenía sueño y que quería irse a mi cama conmigo hasta conciliar el sueño, porque le daba miedo estar en su habitación. Recogí rápidamente la vajilla y me acosté en la cama junto a mi pequeño. Sito, que es como se llamaba mi entonces actual marido se fue a la habitación de los niños con mi hijo mayor

Mi pequeño no podía conciliar el sueño, es como si tuviese el presentimiento de que esa noche realmente no iba ser como las demás, que algo iba a suceder. ..

A los pocos minutos apareció Sito, se apoyó junto al marco de la puerta mi habitación y con un tono agresivo me dijo;

-¡ Ya está bien.¡ Yo soy el que tengo que estar aquí, no tu hijo ¡

Me asusté, por la forma en que me habló , porque en su mirada se apreciaba mucha rabia ,sus ojos eran los de una persona que está fuera de sí, y en sus labios había restos de sangre por la fuerza con la que se mordía la lengua .

Entré en un estado de pánico y como pude, ya que me temblaban las piernas del miedo, cogí a mi hijo entre mis brazos y le llevé a su camita, a su habitación. Les di un besito a mis dos pequeños y me quedé un instante observándoles, parecían dos angelitos…

¡Qué culpa tendrán ellos para tener que aguantar a este hombre! pensé…

Volví a mi habitación y me acosté al lado de Sito, le dije que no podía dormir estaba nerviosa. En ese mismo instante se abalanzó sobre mí, y al mismo tiempo que me decía que quiero a mis hijos más que al él, me mordía en la cara. Me agarró fuertemente el cuello con sus manos, apenas podía respirar sentía que la vida se me iba a cada segundo que pasaba. En mi mente solo había lugar para mis hijos, pensaba que si no salía de esta ¿Qué iba a ser de ellos? Era una forma muy drástica de morir. No sé ni cómo ni por qué pero me puse a llorar como una niña, sintiéndome mal porque no me merecía ese trato y mucho menos mis hijos. Me levanté de la cama y fui corriendo por el pasillo con la única intención de coger a mis pequeños y salir de esa casa, ponerlos a salvo, pero no fue posible Sito me agarró y me llevó a empujones hasta la cocina diciéndome en un estado de ira que me iba a matar.

Me tiró al suelo y cuando se disponía a pisarme la cabeza se escucharon unos sollozos miramos los dos hacia la puerta de la cocina y ahí estaban ellos, mis hijos, apoyando sus manitas sobre el cristal de la puerta y con sus caritas llenas de lágrimas que le resbalaban por sus mejillas. Estaban atemorizados y en sus rostros se reflejaba un gran estado de pánico.

Sito me agarró del brazo para ayudarme a levantarme y actuó como si no pasara nada, cambió su tono de voz, su comportamiento de un extremo al otro, de agresivo a cariñoso y les dijo a los niños que no pasaba nada que yo me había caído, que se calmasen y que se fuesen a la cama. Realmente me asombraba de su actitud fría y calculadora, es como si fuese un actor al que le tocaba interpretar el lado bueno y el lado malo del personaje. Tocándome a mí el agresivo y a los niños el amable y cariñoso.

Es increíble la habilidad que tienen estas personas para hacerse las víctimas y cambiar su comportamiento según les convenga.

Finalmente todo acabó como en una película dramática. Gracias a que mi hijo mayor llamó por teléfono a mis padres se personaron en casa dos patrullas de la ertzaintza (policía vasca), la ambulancia y mis padres. Como era de esperar en el momento que Sito se percató de que ya no podía hacer nada porque venía la policía salió corriendo escaleras abajo y escapó, huyó como únicamente lo hacen los cobardes. Los hombres que no respetan a su mujer y aún peor que no controlan su impulsividad ante unos niños inocentes e inofensivos, que jamás deberían de haber visto esa escena en toda su vida.

MARIAM