En el año, 2002, una amiga me pedía que echara un vistazo a unos estatutos un proyecto que pretendía llevar a cabo y le diera mi opinión. Un precioso proyecto contra la violencia de género, de ayuda a madres separadas y contra la exclusión social.
La idea le surgió de la convicción de que su propia experiencia iba a aportar ayuda a muchísimas mujeres que, como ella, habían tenido la mala suerte de “amar demasiado”.
No hay mejor forma de enseñar que con el ejemplo.
Ella creó su proyecto años más tarde y le dio su propio nombre. Porque su nombre es el ejemplo de una víctima que cambió su estatus a superviviente.